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El eterno retorno de la moda urbana

35. urbanluxur

La ropa urbana es el principal blanco del cambio de las modas. Lo que vestimos ayer, nos provoca vergüenza hoy; lo que vestimos hoy, nos sacará los colores mañana. Pero, pasado mañana, acudiremos de nuevo en masa a la tienda de ropa urbana online para repescar aquellas prendas que otrora ocultamos en lo más profundo del desván y que, hasta el momento, habíamos renegado de ellas como alma que lleva el diablo.

Para cualquier joven nacido a mediados de los ochenta, basta con nombrarle una pieza de ropa en concreto y, ante él, como si hubiese mordido la magdalena de Proust, comenzarán a brotar bochornosos recuerdos de sus primeras noches de fiesta, asociados a una estética macarra y parafascista que haría su agosto en los barrios más radicales de la ciudad y los pueblos del interior de la Castilla profunda. Se trata, por supuesto, de la cazadora bomber, el remate de moda indispensable para los ‘malotes’ de la ciudad que, armados con su peinado de cenicero, sus cadenas de oro y sus botas de punta de acero, salían a beber litronas y eructar como salvajes, a buscar bronca en manada y a conquistar las discotecas del techno más recalcitrante y las mozas con la melena más oxigenada y el maquillaje más pintarrajeado en la cara. Un terror con nombres propios -Kill Off, Band of Dj’s, Londsdale, Rottweiler, Alpha Industries,…- y una gama de colores que variaba desde el verde militar con forro interior naranja hasta el negro mate con forro de cuadros escoceses. Las botas marca Art, forradas de piezas metálicas y con un peso medio de dos toneladas cada una, eran el perfecto complemento para prrolongar los pantalones ridículamente estrechos que colgaban por debajo de las bomber, las cuales progresivamente se verían sustituidas por otras cazadores igual de horrendas y agresivas pero, al menos, un poco más abrigadas: las Igloo, térmicas e incluso forradas con borreguillo en algunos casos. Dentro de la tribu también se admitían, con ciertas reservas, las Roc Neige.

Dado que hoy en día ya se nota en la moda urbana online el retorno de los noventa -esa década olvidada por la elegancia y el buen gusto-, es probable que no a mucho tardar se pueda también curiosear en los catálogos de una tienda de ropa urbana online y encontrar en ellos todo este museo del horror. No es una teoría en absoluto descartable, porque ¿quién iba a pensar que a mediados de la década pasada podrían retornar entre los pijos esas zapatillas de esparto que en tiempos de la dictadura se usaban en el campo? -de ahí su nombre popular: las “palagüer”, diminutivo de pa’ la huerta-. ¿Y quién podría haber intuido que las madrileñas y modernas calles del barrio de Fuencarral se llenarían de estampados naftalinosos, gafas de pasta y jerseys gruesos surgidos de los arcones de nuestros abuelos?

Los caminos de la moda son inescrutables… No por nada, el último grito en moda es el ‘normcore’. Es decir, el vestir normal, sin querer anunciar la pertenencia de uno mismo, como si de una valla publicitaria se tratase, a una tribu urbana concreta, su filiación respecto a un determinado tipo de música o de arte, su ideología política, etcétera. En esencia, el normcore se define como un estilo que busca conseguir un look informal, muy informal. Hasta el punto en que parezca que uno se ha puesto lo primero que ha pillado al abrir el armario, apostando por la comodidad más absoluta en detrimento de cualquier presunto interés por armonizar el conjunto. Una pretendida antimoda, vamos. Una corriente que desea mostrar al mundo que el inconsciente hipster que ha saqueado el armario de sus antecesores es, en realidad, un vendido al ‘mainstream’; un vulgar, un cualquiera. Proclamar, en definitiva, que lo más moderno es no ser moderno. Pero no se crean que, por fin, la moda ha decidido incluir en su elitista seno a todos nosotros que no hemos sabido combinar colores o que ni siquiera nos hemos dignado a comprar ropa urbana online. No. Con su ojo experto, los correligionarios del normcore sabrán perfectamente quién está verdaderamente a la moda y quién, simplemente, viste así por pura casualidad.

Sea como fuere, se tenga la sensibilidad que se tenga, se pertenezca a la tribu urbana que se pertenezca, no podemos concluir este artículo sin recomendar encarecidamente no deshacerse de ningún tipo de ropa, por horrorosa que a uno le parezca en este momento. Porque, a buen seguro, toda ella se revalorizará de aquí a unos años.

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