Hace poco en el trabajo hubo ciertas disputas de ego entre unos cuantos compañeros, que, a pesar de ser amigos, no pudieron soportar que otros triunfaran y ellos no. En concreto, debido a una baja en el sector de finanzas (uno de los más importantes), los empleados nos pusimos a trabajar como animales para conseguir méritos y poder ascender.
Sin llegar al punto de parecer actores de películas americanas, en las que se hecha agua a la gasolina, se trucan los bolis para que explote la tinta, o le cortamos los cables del ordenador, en nuestra empresa mantenemos el buen compañerismo. Creo que casi todos trabajamos duro por el citado ascenso, pero sobre todo a algunos de nosotros no se nos olvidó que somos, y seremos compañeros.
Pues bien, al final de mes el director de ventas cerró el plazo para entregar las ventas realizadas, y la junta de administración se puso a decidir. Cabe decir que el puesto de financiero jefe por el que se competía, es un puesto con una alta remuneración que te acerca a ser socio de la empresa, y que además te permite viajar por Europa y parte de Asia para formarte. Por lo tanto, este es un suculento puesto.
Al final de una semana de deliberaciones, a principios del mes de abril decidieron quien era el ganador, y curiosamente no fue ninguno de nuestro centro de Madrid, sino un empleado de un centro de Barcelona, quien había vendido más que nadie, obteniendo dos clientes bastante importantes para la empresa. Esta persona es un buen conocido por todos, y en concreto por mi compañero de mesa.
Este le reprochó al ya jefe del sector financiero que como uno de sus mejores amigos no le había dicho que participaba en el concurso, y que de haberlo sabido había trabajado mucho más duro. Aquí lo que había era una falta de conciencia de sus acciones, porque por encima de todo somos compañeros de trabajo, y tenemos que aceptar lo que hacen los demás. Y además de excusas personales, mi compañero no pudo alegrarse por los éxitos de los demás. Y esto te aleja totalmente de la prosperidad en todos los ámbitos.
Porqué alegrarse del éxito ajeno.
La manera en la que nos tomamos los éxitos ajenos nos acerca o nos aleja de la prosperidad dependiendo de la manera en la que nos tomamos estos éxitos. Por un lado, podemos alegrarnos, ahora veremos las consecuencias positivas. Pero por otro lado podemos decepcionarnos personalmente por no haber conseguido un objetivo, esto nos lleva a centrarnos absolutamente en todo lo negativo, y a negar que la situación es justa o se adapta a la realidad.
Esta pérdida de concentración hace que tu vida se convierta en un sin vivir de pensamientos destructivos, que te alejan de la visión del presente, y por tanto de la visión de las oportunidades que se pueden presentar. Y voy a hacer uso del refranero español, “cuando se cierra una puerta, se abre una ventana”, pero hay que estar en el presente para ver la oportunidad de salir por la ventana.
Y voy a poner un pequeño ejemplo de cómo esto nos puede afectar a nuestra vida diaria. No me gusta ponerme como ejemplo, porque considero que tú mismo no puedes ser ejemplo de nada si no te mencionan los demás. Pero me gustaría comentar la situación para mostrar cómo afecta la actitud que tienes en tu vida con los éxitos ajenos.
Una compañera de la universidad, ha conseguido después de muchos años estudiando, obtener una plaza como personal cualificado de la administración de justicia. Esto implica que ha pasado de ganar lo mínimo para sobrevivir, a ganar un sueldo muy digno que le ha permitido mudarse a una casa propia. Fuimos a celebrarlo a su nueva casa, y me comentó que a ella siempre le habían gustado los armarios a medida. Y que ha podido remodelar su casa para poder tener un armario de diseño actual gracias a Sidón Armarios.
En conclusión, gracias a alegrarme de su éxito en esa fiesta, tuve la oportunidad de conocer a personas influyentes del sector donde trabajo. Y esto no hace más que probar que tenemos que alegrarnos de los éxitos ajenos.