Una cuerda para cada actividad

Existen artilugios, herramientas y materiales que ni están ni pasan de moda. Simplemente se mantienen ajenos a ella a lo largo de los años. Generalmente se trata de materiales de uso cotidiano, de esos que utilizamos casi sin darnos cuenta de lo que estamos haciendo, esos materiales que llegan a nuestras manos para las tareas más rutinarias y que, en muchas de esas ocasiones, no sabemos de dónde provienen. Las bolsas de plástico o de papel, los útiles y este tipo de recambios de cordelería o los espacios de almacenaje doméstico, por ejemplo, son algunos de estos materiales. Nunca oiremos decir que está de moda guardar nuestras especias en cajas de determinado material, por poner un ejemplo. No, simplemente se guardan en donde se considera oportuno y ya está. Lo mismo ocurre con las cuerdas. Cada día utilizamos cuerdas para muchas cosas. Y a lo mejor ni siquiera caemos en la cuenta de que lo estamos haciendo. Aunque precisemos una cuerda más resistente para una tarea concreta, seguramente diremos: “déjame una más fuerte”, pero no pensaremos ni en el material ni en la fabricación de la misma, o en qué es lo que hace que esa ofrezca algo más de resistencia que las demás.

Detrás de todo ello hay un trabajo invisible, por supuesto, una labor que consiste en la fabricación de estos elementos y que permite que el cliente, en este caso nosotros que utilizamos cuerdas cada día, opte y se decida por diversas posibilidades según la necesidad que prime en el momento de uso de la cuerda en cuestión. Evidentemente, no es lo mismo atar un paquete muy pequeño, que casi no pese, simplemente para que vaya recogido y sea más fácil de transportar, que hacer lo propio con un paquete voluminoso y cuyo peso sea grande. Como es lógico, y por hablar en términos más visibles desde la lectura, no es lo mismo atar la cajita de pasteles que uno lleva desde la pastelería a su casa para celebrar un cumpleaños que hacer nudos al paquete de devolución de periódicos y revistas que el repartidor de la ruta va a llevar desde el punto de venta a pie de calle hasta el almacén de la empresa distribuidora. Por lo tanto, es obvio que la pastelería y el kiosko de prensa necesitan cuerdas distintas.

Para solventar estas diversidades existentes entre clientela y negocios, las fábricas de cuerdas disponen de un elevado número de productos y materiales. La primera diferencia grande y notable tiene que ver con el tipo de fibra que encontramos en el material de la cuerda. En este caso podemos hacernos con cuerdas de fibra sintética (poliéster, polietileno, nylon o sedal, entre otras), quizás más habituales ya desde hace un tiempo, y con cuerdas de fibras naturales, generalmente cáñamo, algodón o esparto.

Sin embargo, no es la única diferencia existente a la hora de determinar qué tipo de cuerda necesitamos para nuestra actividad. Otro de los puntos clave, más allá del material, tiene que ver con el grosos del cordel. Como es obvio, el grosor contribuye a ofrecer una resistencia mayor al roce, un agarre más fuerte o una fuerza de sujeción mucho mayor según crece el mismo. Esto es algo que se torna muy importante cuando entran en juego elementos frágiles, cuya resistencia a impactos y golpes es muy escasa y precisamos tenerlos muy bien sujetos al camión o la furgoneta, por ejemplo. Pero no solo en el caso del transporte. Uno de los principales usos de las cuerdas, fuera del ámbito laboral y del transporte, es el de los deportes de aventura. No hace falta decirlo, pero imagínense que un escalador de élite estuviese en mitad de su trayecto de ascenso a cualquiera de los picos que entren en su ruta y su cuerda fuese débil o no lo suficientemente resistente para aguantar el peso de su cuerpo y la rozadura que llevaría a cabo con las sujeciones. El resultado sería catastrófico, no hace falta pensarlo mucho. Por eso, es importante que en cada momento se disponga de la cuerda necesaria y para garantizar esto, lo mejor es acudir a una fábrica de cuerdas. Nadie mejor que quien las fabrica para conocer sus virtudes.

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