La extravagancia del huerto ecológico
No nos vale con desempolvar el cárdigan estampado del que nuestro abuelo se avergonzaba en sus años mozos. No tenemos suficiente con que nos duela la nariz por llevar gafas de pasta de tres kilos la unidad. No nos conformamos con colonizar tres cuartas partes del salón y la mitad del recibidor almacenando descomunales vinilos firmados por desconocidos grupos ‘mod’