Para cualquier niño nacido a mediados de la década de los ochenta, la vuelta al cole tras de las vacaciones de Navidad marcaba un antes y un después en el devenir del curso. Los regalos traídos de Oriente por los Reyes Magos –de Oriente Oriente, no del chino de la esquina, que aún no había de eso-, tenían el poder de tirar por tierra, poner patas arriba y dar la vuelta el estatus social vigente hasta entonces en el aula.
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