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¿El friki nace o se hace?

El friki nace o se hace

Desde que el hombre es hombre, el friki es friki. Los has visto nacer, crecer y reproducirse (solo en contados casos) desde tu infancia, aunque hasta el nuevo milenio no has sido consciente de su etiquetado bajo la denominación de origen “friki”; adjetivo primero, sustantivo después. El rarito, el marginado, el gilí -¿quién no recuerda el capítulo aquel en el que Homer Simpson regresa a la Universidad y se asocia, a su pesar, con un grupo de estudiosos gilís para aprobar su examen pendiente?-. Es decir, una especie propia de homínido que se caracteriza por desarrollar en modo obsesivo unas aficiones e inquietudes consideradas exclusivas y minoritarias. El mismo que en Atapuerca prefería quedarse mirando las pinturas rupestres en el interior de la cueva en vez de salir al campo y cazar un bisonte para el almuerzo, aquel que acudía a las orgías dionisíacas de la Antigua Roma vistiendo camisetas de la última obra teatral de Livio Andrónico metidas por dentro del pantalón en vez de portar sensuales togas a la moda, el individuo que en la Edad Media rechazaba el saludable arte de quemar brujas porque “no creía en esas tonterías” y al final acababa ardiendo junto a ellas en la hoguera, quizás ligeramente excitado por la proximidad del contacto femenino.

Y es que es la inferioridad numérica, el carácter insólito y la aparente soledad la que hace al friki, porque ¿acaso es menos friki un aficionado al fútbol que acude al estadio, con bocina sombrero repleto de pins del equipo y un disfraz de Naranjito o el adolescente dominado por el acné que se presenta disfrazado de Son Gohan en una convención nacional del manga?

En cualquier caso, dadas las dificultades de abrirse paso en este sin par mundo friki de alegría y color, baste discriminar unas cuantas subespecies o grupúsculos que destacan dentro del conjunto global del friki. Es cierto que todas pueden fusionarse e hibridar entre ellas, pero lo más habitual es que sus camisetas frikis, serigrafiadas con los emblemas de su tribu -aprovecho para recomendaros que os deis un paseo por la web de fanisetas.com-, acaben por delatarlos:

    • Los Freaks. Sus orígenes etimológicos dentro de la lengua de Shakespeare no son nada agradables: sirve para designar a fenómenos de la naturaleza, identificados en concreto con todas aquellas personas que sufren anomalías físicas o mentales que, en teoría, los separan de la supuesta “normalidad”. Un buen ejemplo sería la película Freaks, de Tod Browning, traducida en España como La parada de los monstruos. Con el tiempo, su uso se ha extendido hasta adquirir un significado más amplio y menos incorrecto políticamente, ya que alude a individuos dotados de gustos y modos de vida extravagantes. Su popularización en nuestro país, germen de la aparición de la palabra friki en el hablante español, se debe al legendario programa de televisión Crónicas marcianas. En desuso.
    • El Geek. El científico Burr Settles define al geek como “un entusiasta de un tema o campo en particular, orientado en coleccionar, reunir datos y recuerdos relacionados con su tema de interés y obsesionado con lo más nuevo, lo más cool, lo más de moda que su tema tiene para ofrecer». Por su parte, el Jargon File, glosario y biblia del argot hacker, lo contempla de la manera siguiente: “Una persona que ha elegido la concentración en vez del conformismo; alguien que persigue la habilidad (especialmente la habilidad técnica) y la imaginación, en vez de la aceptación social de la mayoría. Los geeks habitualmente padecen una versión aguda deneofilia (sentirse atraídos, excitados y complacidos por cualquier cosa «nueva»). La mayor parte de los geeks son hábiles con los ordenadores y entienden la palabra hacker como un término de respeto, pero no todos ellos son hackers. De hecho algunos que son hackers de todas formas se llaman a sí mismos geeks porque consideran (y con toda la razón) que el término «hacker» debe ser una etiqueta que otras personas le pongan a uno, más que una etiqueta alguien se ponga a sí mismo.” Las conclusiones generales que se extrae de ello es que el geek es un apasionado de algo, en especial de la informática, la tecnología e internet. En principio, se trataba de un término peyorativo, si bien a partir de la década de los noventa su carga negativa se ha ido suavizando a partir de su distinción frente a otros estereotipos como el nerd y de la masificación del consumo informático. A grandes rasgos, casi todas las categorías posteriores pueden englobarse dentro de este gran colectivo geek, pero no al revés. Y respétalos, pueden ser los encargados de crear tu app favorita del mes que viene con este sencillo software.

    • El Nerd. Quizás su definición sea la que se ha asociado al friki de manera tradicional. Es una mezcla entre el pardillo y el empollón de toda la vida; un chaval enclaustrado en sus estudios, de físico endeble, escasas
      habilidades sociales y aspecto estético descuidado y extemporáneo. Aquí, el Jargon File contempla dos acepciones para este sustantivo: “1. [jerga común] Peyorativo aplicado a cualquiera con un CI (cociente intelectual) por encima de la media pero con pocos dones cuando se trata de charlar por charlar y de los rituales sociales ordinarios. 2. [jerga] Término apreciativo aplicado (conscientemente y en referencia al sentido 1) por alguien que sabe lo que realmente es importante y a quien no le apetece perder el tiempo con charlas triviales o jueguecitos de status para tontos.” Obviamente, se trata de un término repleto de intenciones ofensivas.
  • Los Fanboys. Son devotos irreductibles de la ciencia ficción y fantasía en cualquier tipo de soporte (cómics, series, películas,…). Dentro de esta categoría aparecen los trekkies –fanáticos de Star Trek-, los losties –fanáticos de la serie Perdidos-, los walkers –fans de The Walking Dead-, y así ad infinitum.
  • El Otaku. Como el geek, el otaku es una persona dueña de aficiones que rozan lo obsesivo, en este caso, desde un punto de vista occidental, estrechamente relacionadas con manifestaciones de la cultura japonesa como el manga –cómics y novelas gráficas- y el anime –estilo de animación visual-. Suele practicar el cosplay, un tipo de intercambio de roles en el que se recurre al empleo de disfraces, accesorios y trajes con los que se pretende imitar o incluso adoptar la personalidad de un personaje procedente de estos mangas y animes.
  • El Gamer. En este caso, la afición compulsiva se traslada al mundo de los videojuegos. Son individuos que no consideran al videojuego como un simple entretenimiento esporádico –lo que sí harían los denominados ‘casual gamers’-, sino que para ellos es un modo de vida asumido con total dedicación y que exige la atención entregada a cualquier tipo de novedades y tendencias acerca del sector.

Dejamos a los gafapastas para el epílogo. No se consideran a sí mismo frikis –sería demasiado ‘mainstream’- y, de hecho, se oponen radicalmente a esta consideración tan vulgar. Sin embargo, el gafapasta, respaldado por su defensa a ultranza y muchas veces simplemente impostada de gustos minoritarios ya sea en literatura, cine o moda, esgrimidos desde una postura por encima del bien y del mal y con el fin de elevarse intelectual y culturalmente por encima de la muchedumbre común, posee todas las papeletas para ser considerado un friki de manual. ¿Quién sino a un friki de manual puede extasiarse con el último ejercicio onanista-cinematográfico de Jean-Luc Godard, reivindicar con lágrimas en los ojos el valor inadvertido de aquel inadaptado escritor muerto y enterrado hace una década o recuperar de entre el polvo del desván los estrambóticos jerséis de punto que utilizaba el abuelo Anselmo para ir a la labranza?

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